Encontré a Jack Kerouac –el fundador de los Beatniks—una mañana del verano de 1971 en una calle escondida del Centro de Lima. El jirón se llamaba Contumazá pero los lugareños lo conocían como la espalda del cine Metro muy cerca a la Plaza San Martín. Lo ubiqué no a él sino a su libro “En el camino”, en un stand del fondo y a contraluz en la breve librería Losada, filial de Buenos Aires. Su tapa a pesar de ser blanca, brillaba como Kerouac en ese libro de la Editorial Losada con una traducción de Miguel de Hernani en su segunda edición de 1969 y con sus 326 páginas. Fue más que un descubrimiento, una iluminación. La escritura de Kerouac era transparente, como si uno lo escuchara antes que lo leyese. Así fue mi libro de cabecera. Así comenzó esta historia.
Una banda. Eso fue más que un colectivo. La última banda contracultural más importante de los Estados Unidos de Norteamérica. La generación Beat o los “Beatniks”, muchachos rebeldes sin mayores perspectivas ni futuro. Corrían los años 50 del siglo XX. Era aquel tiempo de la segunda gran depresión económica, las secuelas de la segunda guerra mundial y la amenaza de la bomba atómica que no hacían otra cosa que desesperar a la gente. Eran los tiempos del inicio de la ‘guerra sucia’ y el desasosiego se apoderaba de un malestar en los jóvenes que tenían cierto nivel cultural en las grandes urbes como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco. Fueron estos creadores jóvenes con una clara postura en contra de los valores mayoritarios de la cultura norteamericana quienes organizaron la cultura ‘Beatnik’. Esta generación se caracterizó por su radicalismo, su desafío a la sexualidad establecida, el uso de drogas duras, una gran influencia de otras culturas, sobre todo orientales, la lucha contra la censura, la evolución de la música pop y el rock y una actitud pacifista de la sociedad.
El término beatnik fue creación en 1958 por Herb Caen, periodista, con el fin de parodiar y referirse despectivamente a la generación beat. Caen creó el término usando la palabra con la que se denominaba al movimiento literario beat y el nombre del satélite Sputnik, el primero de ellos artificial lanzado por la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría. Al principio todo fue confuso. Lo cierto es que detrás de estos “motes” existía un movimiento literario antimaterialista. Destacaron en esos años escritores como Jack Kerouac, John Clellon Holmes, Allen Ginsberg, Timothy Leary, Neal Cassady y William Burroughs. Esa actitud fundacional influiría luego decisivamente en los movimientos contraculturales juveniles desarrollados en los años 60 particularmente en músicos claves, como Bob Dylan, Syd Barrett, The Fugs (en donde contribuyó directamente Allen Gingsberg), The Doors y The Beatles.
LAS DROGAS Y EL ALCOHOL
Corren los años de 1955 en la ciudad de Nueva York. En el barrio bohemio del Greenwich Village un grupo de amigos escritores que compartían su amor por la prosa y la poesía discuten con fruición. Tienes otra visión del mundo e ideas nada convencionales. Ahí está Jack Kerouac y John Holmes --ambos con ideas revolucionarias y con grandes críticas con respecto al sistema americano --, comenzaron a engendrar un nuevo movimiento literario que revolucionaría la escena bohemia norteamericana caracterizado por su visión cruda y ácida de la terrible realidad que los rodeaba por aquel entonces. Kerouac tenía el método para los jóvenes contemporáneos que vivían también en la misma situación y que se daban cuenta que toda la sociedad estaba hundida del mismo modo. Había que incita no a un par de resentidos sino a toda una generación abatida y derrotada. La llamaron “The Beat Generation”. Se había fundado así un fenómeno cultural que no creía en las falsas moralidades impuestas por la sociedad e iban en contra de los valores puritanos y tradicionales que Estados Unidos promovía como así también los valores comerciales. Su posición más radical sería la crítica al llamado “American way of life” y el rechazo a todo tipo de postura política.
Mientras escuchaban los al bores del free jazz y los inicios del rock pesado, los Beatniks utilizaban todo tipo de drogas y alcohol. Esa fue su constante durante este periodo, siendo este también un modo de protesta para demostrar su desacuerdo con los valores preestablecidos de la sociedad capitalista. De aquel momento se dice son los libros “On the Road” (En el camino) de Jack Kerouac, “Howl” (Aullido) de Allen Ginsberg y “Naked Lunch” (El almuerzo desnudo) de William S. Burroughs. Libros que tenían un valor literario que reforzaba sus posturas, sus manifiestos, sus cartas a los medios. De esta manera pasaron de ser un grupo de “malditos” a convertirse en personajes mediáticos que desafían el canon estilizado de los escritores y artistas de esa nación del “sueño americano”.
Y así como impusieron sus diatribas contraculturales así tenía una jerga y hasta un modo de vestir. Los muchachos acostumbraban a vestir de negro, usando jersey de cuello alto y camisetas y jeans. Las chicas vestían de manera semejante usando de vez en cuando vestidos y añadiendo accesorios de tipo oriental (aquí se hace patente la influencia de la filosofía oriental en el grupo). Cuando les preguntaban del porqué de esa facha estrafalaria ellos decían que les importaba un rábano la pinta y que usaban ropa de remates o de segunda mano porque no eran monigotes de las modas. El hecho de caminar borrachos por las acicaladas calles de aquel Nueva York formal casi todos vestidos de negro y completamente descuidados y demacrados era la firma de sus estampas. Todos portaban además rumas de libros, discos, bongós y botellas y cigarrillo como su mejor accesorio.
BEATNICK EN EL PERÚ
A los beatniks les interesó el Perú no precisamente por Machu Picchu ni por la culinaria regional. El interés tenía un nombre: las drogas fuertes. Así, William Burroughs llegó al Perú en mayo de 1953. Era el destino último de su segundo viaje por tierras latinoamericanas en busca del yagé o ayahuasca. De esa fecha es la carta que le escribe a su amigo Allen Ginsberg contándole lo bien que se sentía en una ciudad como Lima, la cual, en opinión de Burroughs, guardaba semejanzas con Ciudad de México. Esa primera carta tiene un dato especial. Está fechada y con una dirección: “Avenida José Leal 930 Lince”. Nadie sabe qué diablos hacía Burroughs en una calle del distrito de Lince. La dirección hoy no dice nada. La calle está llena de tiendas y la dirección es de un callejón entre una vidriería y una bodega de un japonés donde nadie da razón del escritor Beats.
Las cartas de Burroughs están publicadas en el libro “The Yage Letters” (Las cartas del Yage”. Signos, Buenos Aires. Marzo de 1971). Ya desde la última página de “Yonqui”, la novela autobiográfica que Burroughs publicó en 1953 contando más de lo que uno quisiera saber sobre su afición a las drogas, contiene algunas líneas en donde el autor expresa su deseo de viajar a Sudamérica en busca del yagé (ayahuasca). “Había leído –dice– sobre una droga llamada yagé utilizada por los indios de las fuentes del Amazonas”. (A este punto, Burroughs cree, con evidente convicción, que la ayahuasca posee propiedades telepáticas y dedica un párrafo entero a especular sobre la naturaleza de la comunicación no verbal). Su travesía para esa época es alucinante. Pasa de Panamá a Colombia y de ahí ingresa al Putumayo, la zona al norte de Iquitos, en esa selva agreste donde casi muere.
Las cartas cruzadas entre Burroughs y su amigo Allen Ginsberg, quien siete años más tarde emprendería la misma empresa y pasando una temporada en Lima donde conoció al poeta peruano Walter Curonisy. Fue el escritor peruano Carlos Eduardo Zavaleta quien ha escrito en diferentes publicaciones cómo el poeta beatnik Allen Ginsberg llegó en un barco a El Callao y de incógnito se trasladó a Lima. Zavaleta refiere las andanzas del autor de “Aullido” y cómo conoció a Martín Adán. El testimonio de Curonisy es así: En 1961, el poeta Beat Allen Ginsberg llegó a Perú desde Chile. Vino en barco. Ya en el Centro de Lima, les preguntó a unos poetas que necesitaba a alguien que le consiguiera cocaína. Me sugirieron a mí. Yo vivía con Raquel Jodorosky y le propusimos ir a la selva a consumir ayahuasca, y así fue que nos fuimos a ese viaje místico donde probamos de todo. Ginsberg es un iluminado, un maestro”. Ese recorrido le inspiró al poeta norteamericano, que se hizo bien amigo de Curonisy sus versos fundamentales de su poema “Sándwich” que en realidad son un explícito homenaje al poeta peruano, quien en 1977 publicó a su vez “Poema a Allen Ginsberg” que figura en su gran libro “Rehenes del tiempo (Ver mi crónica en la revista Variedades del 22 de marzo del 2013).
- “AULLIDO” de Allen Ginsberg
He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.
Quienes expusieron sus cerebros al Cielo, bajo Él y vieron ángeles mahometanos tambaleándose en los techos de apartamentos iluminados.
Quienes pasaron por las universidades con ojos radiantes y frescos alucinando con Arkansas y la tragedia luminosa de Blake entre los estudiantes de la guerra.
Quienes fueron expulsados de las academias por locos por publicar odas obscenas en las ventanas del cráneo.
Quienes se encogieron sin afeitar y en ropa interior, quemando su dinero en papeleras y escuchando el Terror a través de las paredes.
Quienes se jodieron sus pelos púbicos al volver de Laredo con un cinturón de marihuana para New York. / Fragmento.
- ‘EN EL CAMINO’ de Kerouac
- Jack Kerouac escribe "En el camino" en 1951. Es una novela --la auténtica Biblia de la Generación Beat--, de corte autobiográfico escrita con la técnica del monólogo interior y que cuenta los viajes que Kerouac y sus amigos hicieron por los Estados Unidos y México entre 1947 y 1950. Está considerada como la obra definitiva de la generación beat y recibe su inspiración del jazz, la poesía y las drogas. El ritmo común del movimiento beat se encuentra en la música del jazz-bop, que tomaron del estilo de Charlie Parker, entre otros. Esta influencia musical tiene su origen en las aficiones que compartían los beats cuando eran sólo desconocidos: eran escritores de bares, amigos de viajes. Compartían el interés por el movimiento constante para mantenerse vivos, en el ir sin rumbo, recorriendo todas las carreteras de Estados Unidos. La mítica ruta 66 debe mucho a este libro, que en buena medida contribuyó a acrecentar las leyendas relacionadas con ella. Hasta nuestros días, la popularidad de la obra y la aceptación de la crítica la han convertido en uno de los libros más importantes del siglo XX, y fue considerada por la revista Time como una de las mejores novelas del idioma inglés publicada desde la fundación de la revista.