En aquel tiempo, todo eran chacras, acequias, caminos de herradura, aroma a vacunos y bosta. La Carretera Central –hoy la avenida más grande del Perú que parte de La Punta Callao y llega a Juliaca– apenas tenía un sendero de ida y otro de vuelta. Por ahí cruzábamos para nuestro domingo en Huampaní o para visitar a la abuela Dionisia en Santa Clara. Los colectivos partían desde La Parada o del Parque Universitario y circulaban entre algodonales y cañaverales cruzando el barrio obrero de Vitarte con sus fábricas textiles, luego Ñaña y hasta Chaclacayo. Ahora, en aquellos parajes se yergue el Mall Aventura Plaza de Santa Anita. Un modernísimo centro comercial que no hace juego con la zona y que es el cuarto mall de la cadena Aventura Plaza en el Perú y que cuenta con dos tiendas por departamento: Saga Falabella y Ripley; un hipermercado Tottus; un centro automotriz Motor Plaza, once salas de cine –los hay en 4-D--, un patio de comidas y decenas de tiendas de toda laya.

El retail o detal o CC o tienda por departamentos le otorga caché (elegancia y prestigio) al viandante que lo frecuenta y lo usa. En el Starbucks, en el Laritza o en la heladería Sarcletti del Aventura Plaza se apoltronan vecinos de Nocheto o de la Cooperativa Huancayo. Se banderean y pagan con tarjeta de débito. Hay pues una actitud emergente y de ascenso social. Igual ocurre en el Parque Agustino, el mall ubicado en el ex cuartel La Pólvora y que además de CC es vecino del “Los Parques de El Agustino”, conjunto residencial con más de 3,300 viviendas construido por la cuestionada empresa Graña y Montero. Su ubicación estratégica acoge a los ilustres vecinos de San Juan de Lurigancho, Barrios Altos, El Agustino y el Rímac. El CC que consta de dos niveles y el Boulevard, ambos están conectados a por una calle de transito público y albergan a más de 90 locales entre restaurantes, tiendas de ropa y calzado, bancos, juegos, artículos electrónicos y las primeras salas de cine del distrito.

En una curiosa entrevista al gerente general del Jockey Plaza, Juan José Calle con postgrado en Derecho y Marketing decía una verdad que hace un tiempo hubiese sacado roncha. A la pregunta "¿Cómo ha cambiado el consumidor en los últimos años?" contestó: “Los peruanos son cada vez más exigentes, buscan las mejores comodidades. A la gente ya no le gusta comprar la comida de la carretilla, busca estándares de calidad y servicios elevados, y por eso asiste a un centro comercial”. Sus argumentos eran contundentes Que el Perú crece porque más personas compran. Que el crecimiento del país se da, no porque la China o Europa nos compran, sino porque el consumo interno nos va empujando y eso hace que una gran masa de la población deje la pobreza y pase al consumo básico. A su vez, esto genera más empleo, mayor producción y todo se convierte en un círculo virtuoso en favor del país. Que antes se decía que solo los segmentos altos compraban en un mall. Ese es un mito superado. El consumidor sabe que comprar en un retail moderno no es más caro que hacerlo en la calle. Además, se ofrecen mecanismos de crédito que permiten comprar productos de mayor valor.

LA ESTABILIDAD ECONÓMICA

La llamada nueva clase media es emergente y no se parece a la clase media tradicional –ojo, no todos los economistas y marketeros se ponen de acuerdo en cuáles parámetros económicos se ubica a este sector— Algo la diferencia: es que es el sector con mejor estabilidad económica en el país. El último informe de Arellano Marketing confirma que la clase media emergente ya sumó 10 millones y medio de peruanos que mayoritariamente se concentran en los extremos de las urbes, donde reinan los negocios medianos como restaurantes, hoteles o tiendas de ropa. En Lima, en distritos como Los Olivos, San Juan de Lurigancho, Santa Anita o El Agustino y que tienen la misma capacidad adquisitiva y de compra que los habitantes de La Molina, Surco, San Borja o incluso San Isidro.

Una información aparecida el 10 de enero en los prestigiosos diarios norteamericanos The Washington Post y el Financial Times anunciaban el crecimiento de la clase media en el Perú y el impresionante aumento del Producto Bruto Interno (PBI) durante el gobierno del presidente Ollanta Humala. En el artículo “La prosperidad del Perú estimula el crecimiento de la clase media” (“Peru boom spurs growth of middle class”) el periodista Andres Schipianni resalta el incremento del PBI peruano que acumuló, en octubre pasado, 38 meses continuos de crecimiento. Con ello –segura—el Perú se mantiene como la economía latinoamericana de más rápido crecimiento, añade y señala que el consumo interno de bienes y servicios así como las inversiones son los principales factores que sustentan el extraordinario desenvolvimiento de la economía peruana. Igualmente, el artículo pone énfasis en el compromiso del presidente Humala de reducir aún más los niveles de pobreza para llegar a 15% hacia el 2015 a través de una serie de programas sociales en beneficio de los sectores más vulnerables. La nota publicada enfatiza que este espectacular crecimiento se ha registrado por un mayor avance de la clase media, sector que lidera e impulsa el consumo y genera sinergias en el resto de la economía. Un ejemplo le sirve: “el crecimiento de centros comerciales en las zonas populares como es el caso del “Mega Plaza Express”, donde el consumo crece a una tasa acelerada”.

Hay pues en Lima otro tipo de ciudadano que se ha sumado a los que ya existían. Los emergentes. Aquellos que ganan un promedio de 5,000 soles, que tiene casa o terreno propio, que posee auto, que goza de luz, agua, gas, cable e Internet en casa. Que ha enviado a sus hijos a estudiar a universidades privadas o particulares. Que desde el viernes festeja y los domingos sale a la playa o al campo. Que sus compras las realiza en los retail o grandes mercados, que está militando en lo último de la tecnología como televisores plasma HD y porta su tablet o su Smartphone. Que detesta la combi y prefiere el taxi. Que evita el emporio Gamarra y come cebiches en las cadenas Chepita Royals. Que es apolítico y que sobre todo, se maneja en la compra venta o es comerciante de éxito. Finalmente que es limeño por alguna circunstancia pero que le friega Chabuca Granda y prefiere a Los hermanos Yaipén. Ese es el de la clase media emergente. El que ya no come en carretilla. Y está bien.

LIMA: ODIADA Y QUERIDA

La noticia llegó el 14 de junio del año pasado. Lima era considerada la sexta ciudad más odiada del mundo, según un ranking elaborado por la página web de CNN. La información decía además que nuestra capital es “aburrida y no suficientemente tradicional” y tiene mucho smog junto a Tijuana, Timbuktu, Yakarta, Nueva Delhi, El Cairo, Belice, París y Los Ángeles. De acuerdo a la nota, “Lima sufre una de las peores maldiciones de los círculos de viaje: la falta de seguridad que durante mucho tiempo castigó a la ciudad. Sin embargo, el texto indica que Lima tiene algunos puntos a su favor. Es por eso que se menciona que los visitantes que están dispuestos a descubrir la ciudad podrán encontrar “muchas cosas que admirar”.

¿Tan malos y feos somos? Hay una realidad. Los turistas que llegan al Perú toman a Lima con lugar de paso. Un porcentaje mínimo se quedan en la capital. La mayoría viaja o a Cusco, Arequipa, Iquitos etc. Si bien Lima ha sido incluida en este ranking, en los últimos meses también ha recibido numerosos reconocimientos de los visitantes extranjeros. Un cable añade que Lima también ha sido elegida como una de las mejores ciudades del mundo para los turistas hombres. La revista “AskMen” nos describe como uno de los destinos favoritos para los turistas de la región y según un estudio de Mastercard, como uno de los diez destinos más destacados de Sudamérica para el 2013 por TripAdvisor.

No obstante, para los propietarios de restaurantes como “El señorío de Sulco” y “Las brujas de Cachiche”, Isabel Álvarez y César Alcorta, respectivamente, la calificación “de la más odiada del mundo” es injusto hoy. De pronto, hace dos años Lima era caótica y desordenada pero hoy ha cambiado radicalmente, dicen. El incremento de visitas y las ofertas hoteleras desdicen a la CNN. Lima es La capital que destaca por la arquitectura colonial del Centro Histórico, su extraordinaria gastronomía, sus distritos modernos y el legado de culturas prehispánicas, el otorgan un atractivo que no tiene Santiago, Quito, La Paz, Asunción, Bogotá o Buenos Aires.

ESTÉTICA DE LO GROTESCO

La ciudad es el más fiel reflejo de los imaginarios de sus ciudadanos. Sus espacios públicos nos muestran y demuestran el gusto de sus gentes. Sus establecimientos sobre todo en los distritos más populares tienen un sesgo estético. Prevalecen las luces verdes y amarillas de las pollerías –principalmente los Norky’s y los Roky’s. Las luces rojas de los chifas, las luces azules de los hostales. El mercado de la carne es abundante. Solo en Lima operan de manera formal más de 70 mil hoteles, hostales, ‘hosteles’, moteles, alojamientos, posadas. ¿Librerías? Muy pocas. Librerías de libros no de útiles de oficina. Los limeños no leen. Friega pero es la cruda realidad.

Este cronista es hijo de libreros. Sé de lo que cuento. Aparte de las librerías de San Isidro y Miraflores, los libros son artículos de lujo. Mis alumnos universitarios, salvo raras excepciones, apenas sabe de autores y títulos. Conocen quién es el aguatero del Real Madrid pero no quién escribió “La metamorfosis”. Impera el pirateo y El Bulevar de Quilca y el Campo Amazonas son los únicos punto de la resistencia contra la ignorancia. En la capital no hay más de diez salas teatrales y aunque parezca increíble, Lima era la única capital en América –de Alaska a Tierra del Fuego—que no tenía un museo de arte contemporáneo. En Barranco hace unos meses recién se inauguró el MAC, el Museo de Arte Contemporáneo de Lima.

Lima está retratada en su televisión. Los realitys son una plaga. Los concursos son ingenuos y primarios. El lenguaje es de una pobreza estremecedora. Como dice Giovanni Sartori en su “Homo videns. La sociedad teledirigida”: “Nos encontramos en plena revolución multimedia. Esta revolución está transformando el homo sapiens, producto de la cultura escrita en un homo videns para el cual la palabra ha sido destronada por la imagen. Y en todo ello la televisión cumple un papel determinante. Si uno reniega con los tipejos que aparecen en la televisión, no se preocupe, sus vecinos son peores.