Cuando Máximo Damián llegó a El Carmen, esos pagos de negros en Chincha al sur de Lima, sintió que hacía una parada más en su largo camino que es esta vida. La escena de la película “Sigo siendo” es rotunda. Don Máximo porta apenas su violín, baja de la combi y en la plaza principal lo espera uno de los descendientes del patriarca Amador Ballumbrosio Mosquera quien fue su compadre y que se marchó de este mundo un 8 de junio del 2009. Javier Corcuera, el director del documental, apenas le ha precisado unas indicaciones. El viaje del retorno ha comenzado.

Don Máximo empuña su violín y comienza la danza. Ahora marchan en romería al cementerio y los negros bien endomingados, en dos hileras, avanzan al ritmo que está imprimiendo el “Violinista de Ishua”. No hay choque cultural, su melodía andina se ensambla con el zapeteo y cantos de los negros. Avanzan en trance. El silencio es ensordecedor. Es la música callada de la identidad. La película ha empezado a correr.

Y el cine corta la inercia de la existencia. Así se entiende desde el principio. Es una película de afirmaciones, no del entretenimiento vacuo. Por eso la cinta coloca una frase precisa al inicio: ¡Kachkaniraqmi!”. Sentencia rotunda que señala que uno es, a pesar de todo. El quechua chancka tiene esa maravilla lingüística. Un solo término para señalar la eternidad. La vigencia telúrica, la cultura poderosa, el ensamblaje con el tejido de otras sabidurías universales. La cinta así plantea su propuesta. Son músicos peruanos populares que regresan a sus pueblos. Es una mirada del retorno y una muestra de la vigencia de su arte público. Así ocurre con Máximo Damián o con Andrés Chimango Lares, ambos violinistas andinos, pero con una dulzura colectiva que estremece. Y aparece Lima, la real y la simbólica. La ciudad que los acogió y les otorgó una presencia indoblegable.

ESTRUENDOS DEL TIEMPO

El poeta Tulio Mora se pregunta: “¿Sabrá el director Javier Corcuera que todas las imágenes de la sobrevivencia festiva que ha tejido en su película, cargadas de tanto simbolismo, nos han devuelto una convicción que nos hirió a partir del encuentro con nuestros grandes artistas aurorales?”. Cierto, artistas poderosos como Joaquín López Antay, Florencio Coronado, Gamaliel Churata o Martín Chambi. Peruanos categóricos. Reunidos con los sonidos del Perú, con la sinfonía de todas sus músicas. Y ese es el mérito de “Sigo Siendo”. El bellísimo retrato de nuestros estruendos en el que nos reconocemos y que ha vuelto a emerger el sueño al que nunca renunciamos, pese a la crueldad de una guerra, a la abominable corrupción y a la avidez saqueadora de estos tiempos.

susana baca

El género cinematográfico documental suele ser peyorativo respecto al de ficción. Pero en el Perú es necesario. No me refiero a Discovery Channel que vale. Digo del documental caso el grupo Liberación sin rodeos. Y de dos películas recientes de dos realizadoras peruanas: “El País de los Saxos” de Sonia Goldenberg y “El olvido” de Hedy Honigmann. Películas de marca mayor. Que muestran esos pliegues ocultos de nuestro país con una receta casi mágica. Son personas, son historias, son vidas. Gente como uno. Sí, son documentales pero utilizan la técnica del cine de género. Se hace el casting, se construye un libro, se articula un relato. He tenido la suerte de trabajar con ambas en el proceso de la investigación. De eso escribo.

Y las taquilleras “Asu Mare” de Carlos Alcantara-Ricardo Maldonado y “Cementerio general” de Dorian Fernández-Moris, están bien. Es cine McDonald's Perú. Y a unos les gusta las hamburguesas y a otros el cuy. El cine peruano, con honrosas excepciones –“Cuentos Inmorales”: Lombardi / Tamayo / Huayhuaca / Flores Guerra de 1978 y casi todo Lombardi–, es un cine de clichés, pintoresquismos y toma de carreteras mojadas. Pero “Sigo siendo” es otra cosa. Hurga la médula, zarandea la conciencia, rasca ese país que todos tenemos adentro. Y bellamente, jode.

roni wano

DIGNIDAD MAJESTUOSA

Y no es porque registra la música de Susana Baca, Raúl García Zárate, Magaly Solier, Adolfo Celada Zelada, Rosa Guzmán, Carlos Hayre, Manuel ‘“Mangué’” Vásquez, Jaime Guardia, Félix Casaverde, Sara Van, Camilo Ballumbrosio o Sila Illanes por nombrar algunos maestros. No. Es porque hay un planteamiento ex profeso de mostrar esa música popular que uno la escucha en las combis o en las calles. En las fiestas patronales o en las cantinas. Cono dice Nelson Manrique: “Es música peruana que adquiere una dignidad majestuosa. Javier Corcuera ha logrado un maravilloso contrapunto entre imagen, luz, sonido y trama, a través de un cuidadoso trabajo, todo atravesado por la presencia intangible de José María Arguedas, como un espíritu tutelar que define una mirada peculiar sobre el país y sus gentes”.

Y así como en “Los Ríos profundos” de Arguedas hay un viaje donde se hace visible lo invisible, esta sonora agua nos lleva desde la mansedumbre expandida de un río amazónico pasando por el turbulento y desbocado cause que baja desde las serranías, o finalmente la que se entrega en un plácido éxtasis en el inacabable océano. La película además tiene un ritmo prodigioso. Sin efectos, con dulzura, con poesía visual, con duende, zapateo y fiesta, nos traduce las frases de una poeta shipiba: en el bosque todas las aves cantan, alegre o melancólicamente. No hay más secretos, solo la sinfonía magistral de los cantos. ¿El Perú? Sí, esa deuda que llevamos todos ha comenzado a pagarse. Gracias Javier Corcuera por este registro de fuerza estremecedora.